Al imaginar el desayuno de un niño quizás pensamos en un sándwich, un plato de avena, un bowl de cereal con leche, algunas frutas o unos huevos revueltos. Pero en las mesas de muchos hogares hay poco o nada.
El dibujo de una niña en el que aparecía un refrigerador vacío mostró, en una imagen que recorrió el mundo a través de una cadena de televisión, la realidad de muchos venezolanos: no tenían qué comer.
Para Roberto Patiño, quien ya hacía trabajo comunitario a través de la fundación Caracas Mi Convive, en Venezuela, este fue un llamado de atención para ayudar de alguna manera a que la seguridad alimentaria de los niños estuviera garantizada.
En 2016 instalaron comedores en comunidades vulnerables para dar almuerzos diarios. Comenzó como un programa por las vacaciones escolares, pero la crisis venezolana se agudizó y otras comunidades se acercaron para pedir ayuda.
Así nació Alimenta la Solidaridad, una organización no gubernamental que trabaja para combatir la inseguridad alimentaria, especialmente en niños, niñas, adolescentes, madres lactantes y personas embarazadas, a través de la implementación de comedores comunitarios.
Desde que existe la alianza con Betterfly hasta la fecha, se han entregado 85.000 platos de comida, que han sido posibles gracias a las donaciones que los usuarios realizan a través de la app.
Romper con el ciclo generacional de la pobreza
La emergencia humanitaria que vive Venezuela tiene muchas caras, una de ellas son las familias que dejaron de llevar a sus hijos a la escuela porque no tenían qué darles de comer y el Programa de Alimentación Escolar (PAE) del Estado es deficiente.
Alberto Kabbabe, director general de Alimenta la Solidaridad, explicó que en estos casos la inseguridad alimentaria, además del derecho a la alimentación, también viola el derecho a la educación de los niños de las comunidades más vulnerables.
“Hace falta ese plato de comida que ayude a estos chamos a alcanzar su potencial completo desde muy pequeños”, dijo Kabbabe sobre la trascendencia del trabajo que hacen en los comedores.
El modelo de intervención social planteado por Alimenta la Solidaridad pone como protagonistas a los miembros de la comunidad. Luego de determinar la viabilidad del comedor según las necesidades de la localidad, realizan reuniones semanales para explicar cómo será el funcionamiento logístico, presentan al equipo de la organización y se establece un compromiso de corresponsabilidad.
El liderazgo y la organización de la comunidad es fundamental, pues son ellos mismos quienes ceden los espacios de sus casas, los acondicionan para el comedor, cocinan, organizan a los niños y limpian.
Kabbabe afirmó que “el comedor es algo que la comunidad se gana todos los días, es importante el trabajo de todos”, para cumplir con las normas del acuerdo y que el programa se lleve a cabo correctamente.
Además de la alimentación, Alimenta la Solidaridad ofrece evaluación y seguimiento nutricional como prevención, diagnóstico y tratamiento de desnutrición, que incluye acompañamiento especializado y suplementos alimenticios.
Cada seis meses la organización hace jornadas de desparasitación para los niños y niñas beneficiarios, así como formaciones en crianza positiva y atención de violencia basada en género a través de una red de atención a la víctima.
El acceso al agua potable también es una deficiencia que atiende la organización, garantizando lavamanos, tanques de agua, pastillas y sobres potabilizadores.
Para contribuir a romper el ciclo generacional de la pobreza, Alimenta la Solidaridad diseñó estrategias para ayudar a los niños a adaptarse a la educación a distancia en el contexto de la pandemia. Entre ellas destaca la formación a mujeres de las comunidades que durante nueve meses aprendieron herramientas educativas con dos focos: lectura y escritura, y educación integral para el refuerzo escolar.
La desnutrición infantil, una de las caras de la crisis venezolana
Para el 2019 Venezuela vivía la crisis alimentaria más grande del mundo con 9.3 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda. Esto según datos del informe de alerta temprana de 2020 de la Food and Agriculture Organization, FAO por sus siglas en inglés.
La inestabilidad política y la crisis económica, marcada por la hiperinflación, la escasez de alimentos, el deterioro de los servicios básicos y del sistema de salud, impactan considerablemente en la calidad de vida de las personas, sobre todo en las comunidades de menores recursos.
Venezuela vive la segunda crisis de desplazamiento externo de mayor magnitud en el mundo. Para huir de la inseguridad y la violencia, más de seis millones de venezolanos han migrado, según datos del 2022 de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR.
El país caribeño es el tercero con mayor inflación alimentaria en el mundo, con una inflación anual estimada de 155% para los bienes relacionados con la alimentación, según el Banco Mundial.
Una de las consecuencias de esta crisis es el aumento de la desnutrición infantil. Cáritas Venezuela indicó que para marzo de 2020 esta se ubicó en 26%. Son cifras de la organización, pues el Estado venezolano tiene años sin publicar datos oficiales.
En este contexto, el trabajo de las organizaciones humanitarias es fundamental para atender las necesidades de las comunidades y mitigar los efectos de la crisis.
Pero no ha sido sencillo. Algunas comunidades tuvieron resistencia al trabajo de Alimenta la Solidaridad por la polarización política. “Para nosotros es súper importante que la gente sepa que no tenemos ningún tipo de discriminación, el hambre en Venezuela no tiene tinte político”, explicó Kabbabe.
Además, comentó que “por no querer visibilizar la crisis, hubo persecusión del gobierno al trabajo humanitario”. A finales de 2020, Alimenta la Solidaridad denunció hostigamiento a su fundador, Roberto Patiño, y a otras instituciones aliadas.
La instalación del Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés) en 2021, no solo da asistencia alimentaria a las más de 120.000 personas que forman parte de su programa de comida escolar, sino que ayudó a entender el trabajo de las organizaciones humanitarias.
“El mejor trabajo del mundo”
Alimenta la Solidaridad tiene en funcionamiento 254 comedores en quince estados de Venezuela, en los que ofrecen el almuerzo de lunes a viernes a infantes desde los seis meses, adolescentes, madres lactantes, personas embarazadas y de la tercera edad.
Uno de esos comedores es el Abuelita Rosa, ubicado en Filas de Mariche, en Petare, al este de Caracas, Venezuela. Ahí Betterfly tiene la meta de donar 12.000 platos de comida para apoyar a cincuenta niños durante un año. Para agosto de 2022 ya se había alcanzado el 97% del objetivo.
El apoyo de la diáspora venezolana ha sido fundamental para lograr estas cifras. Kabbabe explica que desde el primer momento los migrantes venezolanos han buscado cómo ayudar.
Luego de los primeros tres años de la organización mermó la motivación inicial para donar, “tuvimos que ponernos creativos y ahí fue muy importante el enlace con Betterfly, muy poderoso durante la pandemia”, contó Kabbabe.
Mientras el mundo se encerraba por la pandemia del Covid-19, muchas personas en estado de vulnerabilidad, como los niños de los comedores, precarizaban más su situación. La alianza con Betterfly le permitió a Alimenta la Solidaridad mantener activas las donaciones que ayudaron a no cerrar los comedores durante la emergencia sanitaria.
“Fue importantísima, sobre todo el efecto multiplicador, al usar la aplicación y compartir en redes sociales lo que estás haciendo puedes contagiar a tres, cinco o más amigos”, dijo Kabbabe sobre la importancia de cada una de las donaciones.
Para Madeleine Sequea, technical support en Betterfly, ver las caras de los niños y sus madres agradecidas vale todo el esfuerzo, “cuando lo ves materializado es la mejor parte, dices ‘tengo el mejor trabajo del mundo’”, contó emocionada.
Sequea visitó algunos comedores de Alimenta la Solidaridad en Caracas y recibió las gracias de las comunidades. “Están muy agradecidos con el propósito de Betterfly, sobre todo porque es una organización de afuera, no se sienten solos”.
Betterfly es una app de bienestar para colaboradores que incentiva los hábitos saludables y los transforma en donaciones sociales y un seguro de vida cuya cobertura crece día a día sin costo.